Diego Narváez (México D.F., 1984) propone una reflexión sobre la presencia del hielo y la nieve en los paisajes urbanos. A partir de sus residencias artísticas en Bases Antárticas Argentinas (2012) y el Centro Hafnarborg en Islandia (2014), el pintor mexicano esboza una estética de los no-lugares como espacios donde lo sublime brota en su interacción con la mirada.

El paisaje es lo que ocupa mi creación en este momento. Tanto el PAISAJE URBANO como el POLAR son los grandes detonadores de mi producción. Me interesa trabajar en y junto con el lugar y no solamente representarlo. Se trata de una experiencia, de un momento de percepción, de conexión con lo que está ocurriendo y de dejar toda idea preconcebida para trabajar con lo que hay disponible. Tanto lo que encuentro al trabajar directamente en el lugar, como lo que surge al experimentar con distintos materiales son los factores que me guían y conforman las series de obra en las cuales he trabajado. Los materiales pueden ser maestros; ellos mismos indican por dónde ir y uno debe ser consciente de su proceso para saber qué es lo que se debe hacer e incluso para no traicionarse a sí mismo.

Me doy permiso de ser flexible y dejar que las condiciones del lugar incidan en lo que pasa en el papel. Intento estar abierto a nuevas maneras de representar lo que estoy viendo. En la nieve hay que ser dócil para fluir con lo que sucede pero también persistente para no dejarte sorprender por LLUVIAS, NEVADAS, RÁFAGAS DE VIENTO o demás peligros que impone este tipo de lugares. Son justamente esos momentos de reto los que detonan muchas piezas posteriormente, por lo que los bocetos o piezas sobre papel hechas in situ son como portales que me llevan a esos instantes de sentir el frío, respirar el aire puro y tener algo de temor por no saber qué va a ocurrir.

En el ESTUDIO, la experiencia es totalmente distinta. Es otro tipo de tranquilidad o a veces de angustia. Es momento de dejar salir todo lo que viví afuera y por lo general surge de distintas maneras, en diversas series, con materiales y soportes que van de acuerdo a lo que quiero lograr.

EL HIELO Y LA NIEVE son elementos que han marcado mi trabajo y que no dejo de replantear desde hace ocho años. He aprendido a pintar a partir de trabajar con el agua en todos sus estados. En ciertos momentos puedo decir que se trata de una búsqueda lenta pero constante para conectar con el misterio de los lugares fríos, generar paisajes sublimes y así desencadenar emociones y lecturas distintas del entorno. Pero si busco más profundo en mí reconozco que es un llamado, una pulsión y sé que es un camino posible porque mi propio cuerpo me lo indica. Es por esto que busco ir a trabajar a lugares con bajas temperaturas, donde el cuerpo entra en otras dinámicas y la pintura se congela y luego se derrite, dejando rastros particulares. El hielo es todavía un camino que tengo que recorrer, en el cual me voy encontrando a mí mismo mientras surgen oportunidades para trabajar junto con el paisaje.

Pausa, silencio, quietud, contemplación. Se trata de estar ahí, en ese mismo instante en el que misteriosamente aparece un cuerpo congelado de agua en medio de la ciudad. Me interesa buscar lo sublime en espacios cotidianos, en los NO-LUGARES que abundan en esta ciudad. Se trata de construcciones que no pertenecen a nadie, de ruinas, demoliciones, construcciones, callejones, que parecen a primera vista intrascendentes e impersonales pero que en realidad cuentan con mucha vida. Están aconteciendo y tienen mucho que decirnos si tan sólo nos damos el chance de parar e ir hacia ellos.

Me interesa que no sea una contemplación en pausa y más bien se necesite de IMAGINACIÓN, MEMORIA E INTUICIÓN para que esos cuadros sean. Es decir, no existen hasta no ser vistos por alguien, ya que hay zonas en estos cuadros que permanecen inconclusas y que de alguna manera le piden al observador que transforme lo que está viendo y lo complete para sí mismo.


En la serie PAISAJE EN TRANSFORMACIÓN trabajé con no-lugares de la Ciudad de México. Estos aparecen con la mirada y se desvanecen por la falta de observación y el olvido. El desgaste que se cuelga de esos edificios, la erosión que hacen de un edificio una ruina urbana, se debe a la falta de observación. Estoy convencido de que el paisaje está más en nosotros que lo que está "allá afuera". El paisaje nos pertenece y si dejamos de mirarlo, si no le prestamos atención al recorrer la ciudad, ensimismados en nuestros teléfonos o agobiados por los torrentes de pensamientos inútiles, entonces se desvanece, se desintegra y nuestra relación con el entorno se hace pobre.

Hay un tiempo que me parece único en este tipo de edificaciones. No es que esté suspendido ni que viva en el pasado. Más bien es un DESTIEMPO. Esas construcciones ocurren ahora, frente a nuestros ojos, pero con un ritmo distinto. No busco aventurarme a representar lo que podría pasar en el futuro, sino que son lugares de nuestro presente. Es la Ciudad de México y esos lugares se pueden reconocer (algunos ya han sido demolidos, re-pintados, construidos, etcétera).

A primera vista estos cuadros podrían parecer escenas de películas apocalípticas, pero la pintura y ese tiempo del que hablo crean un SILENCIO del que carecen por completo las imágenes de consumo rápido. Me interesa crear espacios de misterio y encontrar lo sublime en lo cotidiano. Para esto me ayudo de hielo y nieve, atmósferas, cambios de luz, para generar otro tipo de sensaciones y tal vez desencadenar emociones. Aunque los lugares siguen siendo los mismos.

Hasta ahora he encontrado algunas similitudes entre las maneras que percibimos la realidad y la pintura. No es que veamos la realidad de un solo vistazo, como lo hace la cámara, sino que vemos por zonas y nos construimos una imagen mental que está siempre cambiando. Esto opera al mismo tiempo que la memoria y la imaginación. El OLVIDO ocasiona que partes de ese recuerdo se desvanezcan, y que algunas zonas permanezcan confusas o incluso vacías. Es por esto que en mis cuadros hay zonas incompletas, apenas esbozadas o borradas. Hay áreas del lienzo que fueron suprimidas y luego trabajadas nuevamente. Con esto me interesa que el cuadro se complete únicamente en la mente del observador, por lo que puede ser distinto cada vez que se mira. La ciudad es siempre nueva, podemos observar más y darnos cuenta de que apareció un sticker nuevo en el poste de la esquina, o desapareció un letrero, el vecino pintó la barda aunque se alcanzan a ver los grafitis que estaban antes, y así experimentar una relación nueva cada vez. La observación puede llevar a la reflexión y entonces nuestra relación con la ciudad cambiaría. De alguna manera, lo que hago es un primer paso, un diagnóstico de nuestra mirada en la urbe y planteo una oportunidad para re-pensar y re-significar la ciudad. ¿Qué tipo de relación queremos con la ciudad? ¿Qué ciudad imaginamos para vivir?



El CONTEXTO SOCIAL de nuestro país [México] no toma un lugar primordial en mis procesos. No me interesa hacer un arte de denuncia, aunque sí crítico. No busco que mi pintura se pueda ligar directamente a una reflexión política, aunque el paisaje por naturaleza es político, ya que trata sobre ese espacio de todos (y de nadie). Más bien, me interesa buscar y reflexionar sobre lo humano en relación a la percepción de la realidad y no sólo sobre lo que ocurre en el paisaje en México.

Aunque ya no hay, como antes, este grupo de personas a los que se les podía catalogar como artistas, sino que se trata de diversos tipos de creativos con tareas y BÚSQUEDAS DISTINTAS, creo que el papel del artista puede ser el coadyuvar en la búsqueda de lo humano. Actualmente hay muchos tipos de arte, respaldados por distintos grupos, desde el más nimio que podría parecer broma, hasta el que está diseñado puramente para desencadenar un entendimiento racional o el arte que genera un shock o impresiona. Me declaro idealista, y no puedo hablar por los demás, pero yo sí siento tener una responsabilidad, la cual es acercarnos a nosotros mismos para replantear nuestro quehacer para con el planeta.

Creo que no se trata de dar un paso a un lado, sino de ir un paso hacia adelante. Sí es olvidarse de todo lo que nos rodea por un periodo de tiempo, buscando la contemplación del paisaje pero el paso hacia enfrente sería adentrarnos en ese lugar y preguntarnos: "¿Dónde estoy? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué ocurre en este preciso momento?" Hacernos conscientes de qué es lo que observamos y sabernos SERES SINTIENTES en relación con el entorno, con ese campo de acción que surge de lo corporal, esa expresión de nuestro interior llamada ciudad.

La exposición que presentaré en DICIEMBRE/2015 reúne trabajo realizado durante siete años y gira en torno a los paisajes de Antártica e Islandia, donde pude experimentar directamente el paisaje por medio de residencias artísticas. Habrá pintura, dibujo, fotografía y algunas sorpresas. Se trata de un conjunto de series en distintos formatos, con piezas que miden desde 10cm hasta 480cm. Es una muestra que deja ver procesos y caminos que siguen gestándose, en lugar de presentar un resultado ya cerrado. Creo que habrá algo para todos, algo de frío para disfrutar y desde donde reflexionar.

La exposición estará en el CENTRO CULTURAL DEL MÉXICO CONTEMPORÁNEO, en la Calle Leandro Valle 20, Cuauhtémoc, Centro Histórico. Se inaugura el 16 de diciembre de 6 a 9 PM, y permanecerá abierta hasta el 17 de enero de 2016.



Todas las imágenes: Cortesía Diego Narváez

Demolición, óleo y acrílico/tela, 200 x 140 cm, 2011

Creí ver la noche, óleo y acrílico/tela, 100 x 200 cm, 2011

Permafrost: Underneath Our Surface, óleo y acrílico/tela/madera, 80 x 110 cm, 2011

Aurora, óleo y acrílico/tela, 100 x 200 cm, 2011

Mañana desaparece, óleo/tela, 150 x 150 cm, 2010

Detrás de la representación, óleo y acrílico/tela, 200 x 140 cm, 2011