Un tenso ejercicio de escritura creativa.
LENGUAJE
Me gustaría pensar que el lenguaje es lo más importante de El refugio. Un amigo me dijo que leyó el libro como si fuera un poema; ojalá sea verdad que puede leerse así. A mí, durante la escritura, me importaba la palabra, el sonido, mis lecturas, los personajes, las atmósferas, la estructura, el tiempo. Sin embargo, el texto es un todo (un objeto tal vez cerrado, tal vez inacabado); todo tendría que ser igualmente importante, ¿o no? Si no, el libro sería otra cosa, quizá más interesante.
BECKETT
Honestamente, no considero haber tenido en mente a Beckett o a algún otro autor durante la escritura del libro. Es decir, ningún autor era una referencia temática o conceptual en mi escritura, yo no pretendía escribir un libro al estilo de Beckett o de Blanchot o de cualquier otro, al menos no en específico. Más bien yo consideraría una inversión de los términos: no era que yo escribiera con ellos en mi mente, sino que yo forzaba el lenguaje de ciertos autores a funcionar dentro de lo que yo quería decir. Mi proceso de escritura tiene una constante y es que siempre va acompañada de lecturas, de investigaciones. Pero, no son indagaciones de un tema o de un argumento o de una poética, sino que busco textos cuyos ritmos lingüísticos encuentren consonancia con las cadencias del lenguaje que están en mi cabeza. Es decir, son investigaciones sonoras. Por supuesto que los temas del libro tienen ecos o afinidades con Beckett o Blanchot o Thomas Bernhard o Arno Schmidt, pero no por seguir la intención de hacer un libro beckettiano o bernhardiano: somos nuestras lecturas, ¿cierto? Pero, bueno, si lo que buscas son títulos, pensaría que las obras de Beckett que me acompañaron fueron Molloy, Malone muere, El Innombrable y el "relato" Textos para nada.
LECTOR
La hechura de este libro fue un proceso tormentoso: no diría que por medio de la escritura se logre resolver algo, sino todo lo contrario, la escritura es un generador de dudas, es un proceso que se gesta a sí mismo sin reconocer un camino fijo y, de igual modo, es la escritura misma la que crea a su propio lector. La novela no podría haber sido escrita (por mí) de otro modo. De manera que, más que pensar en el lector, pensaba en las propias necesidades del texto. Es decir, considerando que El Refugio tuviera un lector ideal (aunque yo lo desconozca porque nunca pensé en él), diría que fue ese lector (inexistente) el que me exigió la forma como tendría que escribirse la novela.
Fue ya tiempo después de acabar que comencé a pensar en lectores potenciales, pero nunca consideré su sapiencia o su habilidad lectora, sino su resistencia. Mi única consideración con ellos fue dar espacios en blanco, momentos de silencios y de respiración. Los borradores iniciales no contaban con ellos y eran, más bien, bloques duros de escritura entre los que yo me enclaustraba. Obviamente esos momentos en suspensión también fueron un alivio para mí.
IMPASSE
Diría que fue lo más difícil y, al mismo tiempo, que fue en extremo sencillo porque la falta de relato o de acción, no solo fue el resultado de una búsqueda voluntaria, sino también la manifestación de un síntoma: mis propias experiencias o, quizá, mis fracasos imaginativos. Por otra parte, digo que fue lo más difícil porque me interesaba trabajar un lenguaje tan cargado de sonido y sentido que la palabra misma entorpeciera el flujo de un relato. Cada frase tenía que contenerse de avanzar, de ser libre, tenía que ser pesada, grave, como el aire (escaso) que respiran los personajes de la novela. Por ello yo pasaba horas, 6 u 8 horas diarias, trabajando una sola oración. Ese trabajo exhaustivo fue la principal exigencia (autoimpuesta) del "proyecto" y, así, pasó de ser una experimentación "artística" a ser un castigo.
«El vacío genuino, el silencio puro, no son viables, ni conceptualmente ni en la práctica. El artista que crea el silencio o el vacío debe producir algo dialéctico: un vacío colmado, una vacuidad enriquecedora, un silencio resonante o elocuente. El silencio continúa siendo, inevitablemente, una forma del lenguaje (en muchos casos, de protesta o acusación) y un elemento del diálogo.»
Susan Sontag, La estética del silencio
RUIDO
Fui muy cuidadoso al transmitir la sensación de vacío, aunque desconozco si el resultado fue positivo. Así como los personajes estaban mutilados física, crítica o espiritualmente (sea lo que eso signifique), su realidad tenía que presentarse de modo similar: vaciarse de sí misma. Yo buscaba crear atmósferas a las que les faltara, por ejemplo, el consuelo de un paisaje. Sin embargo, coincido totalmente con el pensamiento que citas de Susan Sontag: la intención era crear un vacío colmado (no precisamente enriquecedor ni mucho menos acompañado de un silencio elocuente), sino un vacío colmado de desesperación y ruido. Más en el sentido de John Cage o, si prefieres, con el sonido del grito mudo que vemos en el retrato de Inocencio X realizado por Francis Bacon: el silencio es imposible pues siempre está desgarrado por el hecho brutal de estar vivo, de tener órganos que palpitan: el silencio es atronador. Entonces, el producto dialéctico de El Refugio (siguiendo a Sontag) es vaciar lo humano y colmar al lenguaje (esa cosa que, en algún momento, se creyó era la característica máxima de lo humano) de ruido: frente al vacío del mundo, el alarido del lenguaje.
VISIÓN
Podría decirse que sí: la situación límite exige una visión descarnada y visceral. Los documentos lo avalan, ¿cierto? Las obras del expresionismo, las novelas de Arno Schmidt y de Thomas Bernhard, los escritos de Cioran, etc. Sin embargo, para mí esa visión tendría que existir en cualquier momento, al menos eso se expresa en la novela: vivir es insoportable tan pronto se tiene conciencia de estar viviendo. El asco está siempre ahí, pero preferimos no hacer caso, no sentir, no pensar.
REFERENTES
Muchísimos. Incluso en la novela se citan directamente autores de diferentes tendencias, más allá de los que ya mencionamos: Antonio Di Benedetto, Juan José Saer, José Watanabe, Onetti, William Faulkner, Blanca Varela, Clarice Lispector, Juan Rulfo, Juan L. Ortiz. Últimamente estoy muy interesado en dos poetas norteamericanas: Anne Carson y Maggie Nelson.
También me interesan en general las artes: estudié música por más de 10 años, también estudié danza, de manera seglar, por decir de alguna manera: es una de las disciplinas que más atesoro. Me gustan mucho la pintura y la escultura. El porqué me es desconocido, me atraen desde pequeño y son parte de mí.
INDEPENDIENTE
Toda literatura tendría que ser independiente, ¿cierto? Desgraciadamente en México, como en todos lados, la literatura es ya un producto de mercado y el panorama no es muy optimista: los retos son financieros. Sin embargo, la ventaja es que, así como se producen miles de libros al año y, también, se autoproducen el doble de escritores al día, siempre habrá dos o tres que se den cuenta de ello y que decidan realizar algo valioso o, siquiera, distinto. ¿Qué sentido tiene escribir o producir textos como los que se publican todos los días? Ya hay demasiado de eso. Mejor hacer algo diferente e intentar esa independencia. El desencanto es nuestra única posibilidad.
PROYECTO
Lo malo de las entrevistas es que uno siempre se repite y caemos en cuenta de nuestra simpleza (también eso es lo mejor de las entrevistas). En algún otro sitio lo dije: mi motivación de escritura es dejar de escribir. Siempre pienso que lo próximo que escriba será lo último, lo que significaría que la necesidad, el hambre está saciada. Por ahora, ya tengo algo en mente: un libro que, espero, sea un proceso a largo plazo: más polifónico, más experimental, pero que, más bien, me servirá de "práctica" para un texto de largo aliento que me persigue desde hace unos años, pero para el cual aún no me siento preparado.
Edición de textos: Christian Núñez. Imágenes: Cortesía del autor.