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Orillas · Nora de la Cruz


NORA DE LA CRUZ es autora de Orillas [Paraíso Perdido, 2018],

un libro de siete relatos sobre los márgenes

entre la Ciudad y el Estado de México.



CRECIMIENTO

Originalmente yo tenía la idea de una novela que tenía que ver el proceso de crecimiento, pero que pretendía ser mucho más divertida, pero conforme intentaba escribirla el tono resultaba melancólico. Así me di cuenta de que en realidad había otra cosa que yo quería contar antes, y me tardé un tiempo más en descubrir qué era. Primer día es un fragmento de esa novela, pero Progreso fue el primer cuento con el que encontré la dirección. Me enfoqué en contar algunas experiencias de crecimiento situadas en los márgenes entre la Ciudad y el Estado de México, que fue donde yo crecí.

Mi infancia no fue tranquila ni feliz, y no había sitio a donde correr más que los libros. Desde entonces son mi casa.

ATMÓSFERA

Cuando escribí los primeros relatos fue muy fácil porque había una especie de impulso, y con todo y sus fallos salieron sin mayor dificultad, pero conforme avanzaba hacia la creación de un conjunto era más complicado darle cierta variedad a los relatos sin romper con el tono, y manteniendo también esta especie de escritura enfocada en la atmósfera. Al final, es complicado equilibrar cuando intentas retratar espacios concretos y a la vez la vida interior de los personajes. Otra cosa complicada fue el balance emotivo; quería que los cuentos fueran conmovedores y tuvieran cierto grado de crudeza, pero también que se notara en ellos un razonamiento y también densidad. Las cosas que se cuentan son muy duras e incluso violentas si te detienes a mirarlas, pero la intención era observarlas con naturalidad, compasión y esperanza.

RUSOS

Podría decir que muchos son los autores que me interesan, afortunadamente cada vez más, pero rara vez me separo de los rusos, fundamentalmente de Gógol, Dostoievski y Tolstói, de Elena Garro, de Khalil Gibrán que fue por quien empecé a escribir. Más recientemente, Chris Abani y Clarice Lispector han representado mucho para mí, y desde un punto de vista menos técnico, más de afinidades temáticas, José Agustín. Marguerite Duras, claro. Siempre que uno responde a esta pregunta termina traicionando algo, pero en fin.

EMPATÍA

Al pensar en este libro mi intención era que las cosas que sirven para exotizar y monstrificar a los habitantes de los márgenes fueran observadas con la naturalidad con que las ven quienes las viven, de manera que lo que se produjera en el lector fuera más la empatía que la sorpresa. En ese sentido, un cuento convencional con planteamiento, clímax y desenlace iba en contra de mis intenciones. Me interesaba más el acercamiento, la morosidad para construir espacios y emociones, que la tensión narrativa o las emociones fuertes. Somos adictos a la estimulación constante y eso nos va restando sensibilidad. Personalmente, como lectora estoy más del lado de Munro, Gogol, Lispector. Entonces, más que una estética, diría que me interesaba construir una atmósfera y también una forma de ver distinta de los estereotipos de delincuencia y precariedad con los que se suele representar los márgenes de las ciudades.

MAPA

Algunos de los guiños a la cultura pop, desde las Notitas musicales hasta Scott Pilgrim, son para situar en una época, sobre todo en lo que se refiere a los objetos. En otros casos, son claves personales. Me parece que en ese tipo de detalles se va dejando otro mapa sutil, el de las influencias auténticas. Me gusta vivir en un tiempo en el que la visión del mundo comienza a completarse, deja de faltarle un ojo.




GENERACIÓN

Me parece que, dentro de la generación a la que pertenezco, tenemos en común la preocupación por la violencia y su observación desde muchas aristas: el cuerpo, la memoria, el núcleo familiar. La identidad, la migración y lo femenino comienzan a ganar profundidad y protagonismo, así como el interés de cruzar los límites de las nociones típicas de los géneros literarios.

MERCADOTECNIA

No pienso en lo que escribo como un producto. Tiene un valor social y también comercial, pero no está dirigido al consumo masivo. Entiendo desde ahora que será muy difícil, es prácticamente imposible que me firme una de esas transnacionales que pondrían mis libros en una mesa de novedades muy vistosa con un precio de 300 o 400 pesos. Eso es muy liberador: no tengo que pensar en términos mercadológicos. Sin embargo, lo que escribo a veces interesa a alguien, y a veces puedo venderlo. Mi libro anterior, una noveleta, salió en una editorial más pequeña que Paraíso Perdido (yo soy el título número siete de su catálogo). Pero venderla de mano en mano o en mis redes me permitió pagar las cuentas al menos un par de veces. Escribir es un trabajo y debería valorarse como tal, pero agregarle a la escritura preocupaciones mercadológicas le agrega dificultades que suelen ir en detrimento de la calidad.

LECTURA

No estoy segura de que se lea menos, pero los intereses de los jóvenes, así, en abstracto, tal vez no van en el mismo sentido de mi escritura. Eso, de cualquier modo, no incide en la consolidación de un trabajo que voy a seguir haciendo aunque fuera un ministerio solitario.

INDEPENDIENTE

Las editoriales independientes me interesaban como lectora porque son las únicas cuyo catálogo está compuesto por una propuesta sólida y novedosa. Entonces, tenía muchas ganas de ser parte de una porque creo que el lector que a mí me interesa está aquí: alguien que no se conforma con lo simple o lo clásico, que se atreve, digamos, y que dialoga con el libro de una manera más auténtica, en el sentido de que le da una oportunidad no por su autor, sino por él mismo. Orillas es un buen ejemplo porque ninguno de sus cuentos es convencional ni simple, pero a la vez es un conjunto de historias muy accesible, descriptivas y con cierto candor. Me gusta pensar que son como esas canciones que uno puede escuchar muchas veces porque son sencillas pero a la vez dicen algo que siempre nos vuelve a emocionar.

EPÍLOGO

A un estudiante de letras que quiera dedicarse a esto, le diría que lo haga con pasión e integridad porque el mundo siempre va a necesitar del lenguaje, la memoria y la empatía.




Edición de textos: Christian Núñez. Imágenes: Ave Barrera + Diana C. González.




Lee la reseña en ConejoBelga.


Ciudad Pantano · Joaquín Peón Íñiguez



El escritor mexicano habla sobre su libro más reciente,

una colección de parodias y esperpentos.


PROCESO


Sin entrar en pormenores, el proceso giró en torno a cuatro cuestiones que pensé por separado, desarrollé con el mismo afán de travesura e integré a la hora de escribir Ciudad Pantano: la parodia discursiva, la parodia estética, la construcción urbanística y psicogeográfica de una ciudad caricaturesca, presta a lo esperpéntico, y que cada texto se sostuviera como un todo independiente, sea como relato, ensayo, poema o híbrido.


REFERENCIAS


Quiero creer que si el lector no cuenta con las referencias, si no puede acceder a ese plano de lectura, los texto ofrecen otros e incluso pueden ser una invitación a conocer la obra de los autores parodiados. En una reseña dijeron que es un "libro para lectores". Supongo que es cierto. La otra opción sería hacer "libros para no lectores". Desconfío de ambas nociones. Y ambas me interesan.


FISURAS

Sin considerar el capítulo final, consignado a autores mexicanos contemporáneos, elegí, dentro del marco de lo latinoamericano, una docena de escritores cuya obra me entusiasma o por lo menos disfruté en determinado momento. Lo que poseen en común es lo que tienen de diferente: cada uno cuenta con una visión de mundo distintiva y un estilo remarcado que ha influenciado otras escrituras. Mi trabajo fue hacer una lectura crítica y distorsionarlos para exhibir sus sesgos y sus fisuras, para celebrar sus virtudes y hacerles cosquillas en las llagas.


DÍNAMO

Creo que hablar de los diferenciadores y el valor del libro, si es que lo tiene, le corresponde a los lectores, a los reseñistas, no a mí. En todo caso, más que diferenciarse, se inscribe de buena o mala manera en la tradición paródica, que viene desde que los rapsodas cantaban una versión burlesca de las epopeyas homéricas. Algunos de los autores que engendraron la novela moderna, como Cervantes o Sterne, la practicaron. También lo hicieron en sus inicios Chéjov y Proust. Los patafísicos la adaptaron al siglo XX y Cabrera Infante la tropicalizó. Es decir, desde que existe la literatura, la parodia ha sido un dínamo para su evolución formal y discursiva. Lo mío no es sino una combinatoria de mis experiencias, mi lectura del mundo, mis lecturas literarias y la vieja voluntad satírica.


OFICIO

He sumado muchas lecturas, experiencias y horas frente a la pantalla en blanco. Lo curioso es que, contrario a la mayoría de los oficios, mientras más tiempo dedico a la escritura, más difícil me resulta escribir.


HUMOR

En cuestiones de humor, admiro a Sterne, Cabrera Infante, Chesterton, Kennedy Toole, Gombrowicz, y varios más. Entre los mexicanos, a Novo, Ibargüengoitia, Del Paso, Arreola, Helguera, Sheridan, Villalobos. Por otros motivos, siempre regresaré a Kafka, Dostoyevski, Calvino, Beckett, Pessoa, Walser, Perec, entre otros. También procuro ver mucho cine y estoy seguro de que mi humor está influenciado por la televisión: Seinfeld, los Simpson, South Park, The Office, Louie, Curb your enthusiasm, y algunos más.


PARAÍSO PERDIDO


Me interesó el catálogo de la editorial, la manufactura de sus libros, y les envié el mío a dictamen. Después de un par de meses lo aceptaron y luego afinamos algunos detalles con Antonio, el editor, y Roxana, la correctora. Disfruté el proceso y estoy contento con el resultado. Ahora, en cuanto al mercado del libro, pues sí, hay ciertos patrones en los criterios de selección de las editoriales trasnacionales, y sí, sus autores tendrán mucho más visibilidad, y sí, agentes literarios, amiguismos, un aparato de recepción falto de criterio y, como en todo, variedad de certificaciones de pacotilla. Al fin y al cabo, hay literatura que enuncia algo valioso, pertinente, en editoriales independientes y trasnacionales. Y también hay literatura muy pobre en ambas. Pero hay problemas más importantes, habría que celebrar tantas propuestas, tanta producción de textos, y que cada vez sean más accesibles.


CULTURA


En México, al menos en las grandes urbes, la oferta cultural es amplia, la calidad es variopinta, y la recepción, tanto del público como de la crítica especializada, es tendenciosa y falta de criterio o, en su defecto, de dudoso criterio. Por ejemplo, en la academia, hay gente con doctorado, con medallas, con privilegios, que no sabe leer. El gobierno es paternalista y los empresarios no invertirían en artes a menos que hubiera una ley para financiar pinturas de su propio pito. Hace falta incluir competencias en la currícula para sacarle provecho a la inagotable oferta del ciberespacio. Nuestros mejores gestores culturales son los que alimentan la piratería en internet.

[ Me pregunto si el mundo no tiene salvación a menos que nos riamos lo suficiente de él.
Joaquín Peón Íñiguez, Ciudad Pantano ]

Edición de textos: Christian Núñez. Imágenes: Joaquín Peón Íñiguez. DUDUMDUSH #IdeasColectivas agradece el apoyo de James Nuño, de Editorial Paraíso Perdido, para la realización de esta entrevista.


¡Canta, herida! · Gabriel Rodríguez Liceaga


Autor de una prosa fresca y concisa, Gabriel Rodríguez Liceaga (Ciudad de México, 1980) rastrea las problemáticas del México actual en sus historias. Su libro de cuentos más reciente, ¡Canta herida!, recibió el Premio Nacional Agustín Yáñez 2015. Sin duda, una lectura necesaria.


RUTINA

Soy bastante perezoso. El apagón analógico me abrió las puertas de la televisión pública. Le he agarrado un gusto malsano al programa de Omar Fierro donde cocina. El tipo es un adorable cascarrabias. Pierdo el tiempo viendo la mayor cantidad de juegos de futbol posible, si quedan ceros me pongo a escribir para mantener una suerte de equilibrio, una especie de justica que ni yo tengo tan clara. Leo al despertarme, leo de ocho a diez de la noche rigurosamente. Estoy tratando de no conectarme tanto a redes sociales. Yo pensaba que el alcohol me ayudaba a deshacer nudos narrativos, ajá, de manera epifánica. Pero mi doctor ya me dijo que esa es una pendejada y que me estoy destrozando los nervios a sorbos. Llevo varias semanas sin beber entre semana y eso me ha hecho recuperar las mañanas. Ando revisando una novela a pasos apresurados. Ya casi la termino. Soy muy riguroso en la escritura de mi columna semanal en maspormas, mis martes por la noche están enfocados a ello apenas terminan de cacarear Los Protagonistas.

¡CANTA, HERIDA!

El libro se compone de doce cuentos que fueron merecedores en su conjunto del Premio Nacional de Cuento Agustìn Yáñez 2015, bellamente editados por Paraíso Perdido, editorial independiente orgullosamente jalisciense. En cada uno, si bien soy necio al respecto de mis temas, intento estructuras cuentísticas distintas entre sí y, creo, diferentes a mis trabajos previos. A final de cuentas escribir cuentos es formular una teoría cuentística que te toma toda la vida. Por eso el Cuento, es el más generoso de los géneros. El más estricto, también. En el título de este tomo se esconde a la vez una clave: en estas historias narro tópicos que me son muy relevantes y dolorosos, son heridas frescas: vertí mis preocupaciones humanas vigentes en este puñado de tramas.

UNA BOLSA DE BASURA INDESTRUCTIBLE

De la nada venimos y a la nada vamos, la vida es una pasión inútil. Oye, pero eso no está necesariamente mal, es incluso liberador. Aspirar a la posteridad es uno de los principales problemas de los autores poco serios. Es de muy mal gusto seguir vivo. Lo he dicho antes, uno no muere pensando "bueno, pero me gané los Juegos Florales de Ocotlán e hicieron una película con mi cuentito", uno –idealmente– muere pensando: "vaya, le dediqué mi vida entera a la palabra escrita. Estuvo suave pero debí comer más helados…" Realmente escribir un libro es dejarle una maldición a la humanidad. Uno desaparece de pronto pero los cuentos permanecerán empolvándose en el mundo de los vivos. Dejas una bolsa de la basura indestructible, dicen que el unicel jamás se descompone, ¿no? Escribimos castillos de unicel para las cucarachas del fin del mundo.

COMPAÑÍA

Escribir me ha ayudado a sopesar mis limitaciones humanas, espirituales, literarias e incluso, quién iba a pensarlo, escriturales. La compañía de mi clan de autores (presentes en cada una de mis sonrisas, turba hacinada en un rincón de mi corazón) sirve para darme cuenta de que la competencia no es justa. Jamás escribiré algo tan monumental como Por quién doblan las campanas o Mientras Agonizo o Noticias del imperio. Vaya, ni siquiera existe competencia alguna.

FIGURA PATERNA

Me gusta creer que mi figura paterna es a quien leo. Mi padre, a quien leo. Este ha sido un gran año. Me he estimulado con autores que ensancharon los límites de los que hablaba hace rato. Tuve la oportunidad de leer cuentos de Flannery O´Connor y de Dorothy Parker. Pude dedicarle un mes de mi vida a ese monólogo de 600 páginas que es Gran Sertón: Veredas de Joao Guimaraes Rosa. Obra maestra indestructible, se me enchina la piel nada más de evocarla. Por fin leí Crimen y Castigo y Falconer. También leí recientemente cuatro libros seguidos del planeta llamado William Faulkner. Los invictos es emocionantísima, dura, gloriosa. Leí los grandiosos cuentos de Parra, de Ortuño. Las bellas crónicas escritas por de Mauleón.

ELEMENTOS DEL CUENTO

Lo más importante es entender que todos tenemos un inicial tema del qué hablar y es sobre nosotros mismos. Hay que escribir sobre lo que es real, sobre lo que nos duele. Escribir sobre lo que nos duele de manera que la herida sea tan profunda que acabe por dolerle a todos. Yo les diría a los entusiastas de la creación literaria que empezaran a escribir precisamente con el pie izquierdo, desde la humildad y la disciplina. Eso sí, que jamás empiecen a teclear si no saben en qué acabará el relato. Es muy evidente cuando el autor no tiene tan claro qué chingados le pasará a sus personajes. La regla de oro, mi regla de oro, es siempre leer el triple de lo que se escribe. Yo les llevaría fotocopias del decálogo del escritor impronunciable Stephen Vizinczey, que se consigue fácilmente en internet. Fotocopias de La Señal de Inés Arredondo. Y fotocopias de Urgencia de Poesía del maestro Vicente Quirarte.

ESTILO Y CINEMÁTICA

Desconfío del estilo. Si dibujas 40 bananas es muy probable que la banana 39 sea la mejor y que ya tengas un estilo definido para dibujarlas. Escribir es una búsqueda, creo que a los 13 años era mejor narrador de lo que soy ahora. Acerca de lo cinemático: somos parte de una generación de autores que escriben a sabiendas de que sus tramas pueden ser traducidas en algo audiovisual. Uno escribe un personaje quizá demasiado consciente de que lo podría llegar a interpretar Gael. Esto tiene sus pros y sus contras. Hay que escribir literatura que sea imposible de traducir en cine. Aunque, al mismo tiempo, uno de mis tres deseos al demonio sería que P. T. Anderson hiciera un film basado en algo de mi autoría.

AQUA NET

Nos heredaron un lenguaje perfectamente acuñado y evolutivo. El lenguaje es nuestra herramienta de trabajo. Nuestra escoba, tarjeta amarilla y cincel. El otro día leí en el cuento de una chava que mencionaba al gel Aqua Net. Hacía años que no leía esas dos palabras juntas. Fue maravilloso. Somos guardianes de este tramo histórico del idioma español, es nuestra responsabilidad mantenerlo vivo. Equis, somos YOLOS. Cada palabra es una piedra. Todas las piedras tienen ángulos bellos, decía Flaubert. Hay que encontrarle a cada palabra la cara desde la cual nos sentimos más cómodos empleándola. Cómodos, felices, etc…

AUTOPROMOCIÓN

Hay libros y hay literatura. Yo quería que Hipsterboy se llamara No crearé hombres con el barro, pero al parecer a los chavos ese nombre les sería poco atractivo. Siento que las personas que siguen en redes sociales a escritores deben de estar hartas de la forma como nos autopromocionamos. Somos como las tías que en plena reunión familiar sacan su catálogo de colchas o llenan la mesa con tuppers. Lamentablemente no hay de otra. En muchos casos el autor tiene que ser su propio publicista, agente, distribuidor y fan. Es terrible. En este país tener el más mínimo talento es sinónimo de frustración.

LECTURA Y SILENCIO

La gente quiere leer. No hay duda de eso. No hay un vagón de transporte público sin un lector, todo el tiempo. No hay una cama de novia que no sea además una biblioteca. El gobierno dice que hay que leer veinte minutos al día. Eso sólo deja clara una cosa: ellos no leen ni cuatro minutos al día. Lo que sí creo es que es urgente legislar el ruido en cafés y restoranes. Es muy difícil leer a Chéjov mientras Rihanna gime con ritmo o con los villancicos de Starbucks reiterándose hasta el hartazgo. Incluso en el metro: yo antes leía entre estaciones sin inconvenientes pero, de un tiempo para acá, me es imposible con tanto popurrí musical a la venta. Quizá ya estoy chocheando pero creo que urgen reglas claras de silencio y respeto para apoyar a ese sujeto rarísimo que trae la nariz metida en un tomo.

ÚLTIMO CONSEJO

Yo le diría a un escritor que apenas está empezando que renuncie a su empleo o truene a su novia todo el tiempo que le tome leer Los miserables de Hugo, tres o cuatro libros de Cheever y Moby Dick o La ballena blanca. Que no tenga prisa por escribir. Que formule una ética propia. Que defienda en todas las mesas del mundo a tres directores de cine preferentemente difuntos.


¡Canta, herida! (2016), Gabriel Rodríguez Liceaga. Editorial Paraíso Perdido, México.


Imágenes: Cortesía del autor