Roger Torres Agüero analiza el impacto

del COVID-19 en su novela más reciente,

un fresco de personajes conmovedores.



MUNDO Y LENGUAJE

Durante las últimas semanas, a través de las redes sociales, la pandemia del Covid19 se ha mediatizado a escala masiva. Se acumulan postales que actualizan las historias de Camus en La peste o cualquier episodio televisivo de ciencia ficción. Lo que antes era resultado de un equipo de guionistas ahora forma parte de nuestro paisaje tras la persiana. Ese golpe de realidad activa otro tipo de ficciones. Los libros que antes pronosticaban el peor escenario posible hoy son un referente verosímil. Pienso, por ejemplo, en autores como J. G. Ballard y sus historias de millonarios sepultados por el peso de la codicia; en el Baudrillard de El crimen perfecto cuando sostiene que el exceso está en el mundo y, por supuesto, en los dos filósofos con mayor audiencia de nuestros tiempos: Slavoj Žižek + Byung-Chul Han.

La pandemia no solo invadió el reino de los organismos vivos, sino también pantallas y modos de consumo cultural. Uno de los sectores más afectados, el de la industria naranja, se ha visto en la necesidad urgente de abrazar la tecnología, adaptarse o morir darwinianamente. Así como se multiplican los contagios, proliferan las reuniones virtuales en numerosas plataformas de chat, y talleres de distinta índole se ofrecen a precios accesibles. La comunicación humana atraviesa un crecimiento exponencial, aunque no exista garantía de entendimiento mutuo. La humanidad post Covid19 intenta seguir adelante, como un ejército de hormigas en medio del caos. A ese caos, a esa histeria colectiva, a esos impulsos desesperados de conexión le corresponden formas nuevas de narrar.

Esto recuerda la pregunta que se formulaba Theodor Adorno al cierre de la Segunda Guerra Mundial: ¿Cómo escribir después de Auschwitz? Incansables, las letras reflexionaron sobre el horror de la vida, pero la experiencia literaria había cambiado radicalmente. Hoy, los objetos y las conductas también están adquiriendo nuevos sentidos. Nunca más veremos de la misma forma un cubrebocas. Nunca más menospreciaremos la poesía de un abrazo, la indisciplina de un beso. El término cuarentena cobra una dimensión distinta. Generaciones futuras lo sabrán mediante nuestros testimonios. Pero ya nada será igual. Bajo tales consideraciones, podemos decir que el virus nos ha tomado por el cuello, ha intentado asfixiarnos, y ya nuestras palabras no serán las mismas.

TEXTO Y CONTEXTO

Roger Torres Agüero ha publicado una novela que en otro tiempo se habría catalogado de ficción especulativa. Pero ahora bien podría ser una crónica. Eso demuestra que los géneros literarios son relativos, a menudo engañosos, y que importa más el modo de leer que las etiquetas. El autor peruano, radicado actualmente en Lima, toma como punto de partida el brote de coronavirus para desarrollar diversas tramas/subtramas con personajes temerosos, aturdidos, en recelo constante de perder sus privilegios. Tiempos pandémicos es una obra de largo aliento que, paradójicamente, corta el aliento debido a la inmediatez de la tragedia. Su estilo prolijo cultiva la observación directa con una vocación de miniaturista: el mapa y el territorio.

Previamente, tuve la oportunidad de platicar con el autor a propósito de Hoy he vuelto a escribir, una novela filosófica de carácter autobiográfico sobre temas como el amor, la verdad y la realidad. Entre referencias literarias y afinidades electivas, notaba su habilidad para entretejer argumentos, estructuras lingüísticas y pasiones humanas. Ese conjunto de saberes ahonda en la región de los valores, donde Roger demuestra eficacia para perfilar individuos con vicios y virtudes. «Como sabrás, soy Ingeniero del Agua, pero debido a la cuarentena se paralizó todo, así que este año decidí escribir. A la fecha, llevo ya siete libros. Los últimos dos fueron Tiempos pandémicos y una pieza teatral, Una familia con clase, que confeccioné a la par de la novela.»

Torres Agüero escribe ensayo, cuento y poesía, admira la obra de Unamuno y, en las conversaciones sostenidas por WhatsApp, suele referirse a Vargas Llosa, Bioy Casares y Borges cuando responde preguntas puntuales. Admira el pensamiento de Platón, Jaspers y Heidegger; sus textos traslucen interés por el ser en el mundo, conformado no solo de ideas sino de circunstancias. «Como lector, puedo decir que ciertas obras dejan una impronta notable, imperecedera. Como escritor, siempre hay un mensaje subliminal, medio sibilino, medio escondido, que tal vez se pueda atisbar, o tal vez no. Pero de cierta forma cuando uno escribe, atraviesa un proceso de catarsis. Aunque eso ya se ha dicho miles de veces. Algo que no se libera, con el tiempo puede explotar.»

EL VIRUS

«Acá en Perú, las cifras están descontroladas—dice para luego precisar con datos duros—. Hemos sobrepasado los 350,000 contagiados y +10,000 fallecidos. Perú fue uno de los primeros países de Sudamérica y de la región que adoptó las medidas sanitarias anticovid: la cuarentena, el estado de emergencia, la implementación de disposiciones y preceptos para poder convivir y tratar de erradicarlo. Fueron quince días que al final se extendieron a más de cien. En este momento no hay cuarentena porque la curva no está creciendo como antes; hubo un tiempo en el que el crecimiento estaba desbordado. Ahora se aproxima una meseta, donde se supone que no habrá repunte o rebrote. Todos ansiamos la línea horizontal que indique la ausencia de contagiados diarios.»

El impacto de la pandemia motivó la escritura de un relato breve y luego una ficción de largo aliento. «Fue un golpe fuerte—explica—. Al momento no te das cuenta, pero interiormente va surgiendo algo, una llamita incandescente. Recuerdo que todavía estábamos en verano, fue el 15 de marzo cuando el presidente ordenó la cuarentena, la paralización de todo. En ese entonces me gustaba ir al segundo nivel, donde tengo una terraza, y ahí contemplaba la calle. Vivo en una intersección concurrida, era verano y disfrutaba escribir con el torso descubierto. Allí surgió El virus, relato incluido en El escritor y otros cuentos, mi libro anterior. Era casi una reseña en tiempo real de lo que estaba ocurriendo. Entonces vislumbré la idea de Tiempos pandémicos.»

Roger narra cómo el coronavirus colapsó el sistema de salud peruano, que durante los últimos veinte años arrastraba problemas estructurales: malas coberturas, deficiencia en los servicios, falta de hospitales. «El sistema de salud estaba casi obsoleto cuando surgió el virus, y después de tantos meses las autoridades aún están dando batalla con la adquisición de unidades médicas, respiradores y oxígeno.» No obstante, muestra optimismo pues la economía se ha restablecido, algunos negocios empezaron a operar y las personas se están cuidando por iniciativa propia. «Cuando se trabaja de forma concatenada hay una sinergia muy elocuente. Esto va a solucionarse paulatinamente, a un ritmo lento pero seguro.» Tal vez, al final del día, la pandemia nos haya enseñado un par de lecciones.

EPÍLOGO

Por supuesto, dice Torres Agüero, su escritura despliega una mirada singular: «En la novela hay cosas inventadas, imaginadas y ciertas. No tienes compromisos con nadie, no tienes que dar explicaciones de nada. Esa es la libertad que te concede la ficción.» Tiempos pandémicos está disponible en Amazon. Lee la reseña en ConejoBelga.


Texto para Dudumdush: Christian Núñez ~ Mérida, Yucatán, México, 27.07.2020

Imágenes: Unsplash ~ Engin Akyurt