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Había un perro bajo la cama · Eduardo Cerdán



Había un perro bajo la cama (Nitro/Press, 2022), de Eduardo Cerdán, reúne diez historias que reflejan un cierto estilo de vida clasemediero de la CDMX y alrededores con una mirada irónica y desencantada. Mediante tramas directas, concisas y mordaces, el autor crea un imaginario de personajes capaces de enternecer o fascinarnos por sus vacíos existenciales.

< evolución >
Quién sabe si he evolucionado o si sólo he ido cambiando de asiento, probando lugares, como cuando llegabas temprano a la escuela y tenías el salón a tu disposición. En mis primeros dos libros agrupé cuentos que había escrito por separado, uno por uno, sin un plan ulterior, y en los que luego hallé elementos que, según yo, los unificaban de manera muy evidente. En el primero fueron las atmósferas; en el segundo, los personajes niños o infantilizados. Había un perro bajo la cama es el primer proyecto que escribí con la idea de lograr un todo, como si los protagonistas habitaran el mismo universo: mientras éste hace eso en Xalapa, aquél vive esto otro en CDMX y aquella pareja está viajando por carretera. Algunos nombres u objetos se repiten a lo largo del volumen, además. En general hablo de personajes solitarios, con muchas opiniones sobre los demás —pero sin autocrítica—, y con vidas ordinarias que se sacuden de pronto. Pero incluso esos sacudimientos son contenidos, de un orden casi hogareño. Para mí fue un reto hacer esto porque yo venía de escribir cuentos fantásticos, violentos, y acá me proponía conseguir relatos realistas y cotidianos. No lo logré del todo, porque lo extraño se cuela en un par de cuentos, pero definitivamente percibí un cambio. Además, cuando escribía estos textos me pasó algo distinto: empezaba pensando en la forma y luego, a partir de las tramas que tenía en mis notas, elegía cuál era la que mejor le quedaba a ese contenedor.

< concepto >
Un reseñista escribió hace poco que los perros son propensos al cliché. Me dio risa el apunte, porque un perro no es un personaje tipo. Hay, en cambio, circunstancias —muchas de ellas muy trágicas— que por desgracia se repiten en las vidas de los animales, pero eso es otro asunto. Ahora: sobre la conceptualización del libro, lo curioso es que al inicio no planeé que tuviera perros. En el proyecto de la beca con la que escribí Había un perro bajo la cama, dije que quería hablar de esos personajes solitarios que mencionaba: parias, gente que roza la locura, hombres que "no lo son tanto" y provocan cejas alzadas. Los perros vinieron después, justamente para contrapuntear lo pesado de los protagonistas y sus mundos interiores. Necesitaba que convivieran con otras conciencias, animales o humanas. De hecho los cuentos que se centran en perros son sólo cuatro, la minoría. En los seis relatos restantes sí hay personajes caninos, pero apenas como presencias orbitales: a veces ni siquiera están los perros en sí, sino sus aullidos o sus desechos en la calle.

< proceso >
En 2018 empecé a hacer algunos apuntes para este libro, gérmenes de historias, pero no lograba escribir nada. Ese año y el inicio de 2019 fueron de esterilidad y angustia: tenía varios trabajos y en todos me pagaban muy mal, vivía en menos de 10 m2, me costaba llegar a fin de mes y estaba deprimidísimo. Fue hasta 2020, y sobre todo en 2021 —gracias a la beca y al acompañamiento de Víctor Hugo Vásquez Rentería—, que pude concentrarme en esas historias que había boceteado en los años anteriores. Ya luego vino la reescritura, el palimpsesto y el acomodo, procesos que se extendieron hasta bien entrado el 2022.

< poesía >
La poesía me importa muchísimo porque es un género muy cercano al cuento. Es fácil, me parece, que en la ficción breve se filtren recursos poéticos. Eso es lo que ocurre en mi caso: no se cuela la poesía en sí, sino ciertos recursos de ella. El ritmo me obsesiona: siempre hago que Siri me lea en voz alta lo que escribo, mil veces, justamente para captar y pulir el ritmo, y en el último texto de mi libro más reciente —por poner un ejemplo más concreto— la narración opera a través de imágenes. Los títulos que he publicado tienen epígrafes de la poeta Wisława Szymborska —mi diosa personal— porque me deslumbra su inteligencia, su humor, los fragmentos de la vida que le interesan y los seres sobre los que habla en sus textos: poemas y ensayos que en general son breves. Hay otros epígrafes en Había un perro bajo la cama (Silvina Ocampo, Donna Haraway, Margaret Atwood) que están ahí no tanto —o no sólo— por afinidad estética, sino porque se refieren a lo que me interesó indagar en mis cuentos: la vergüenza que atañe a "lo masculino" —ese extraño constructo— y las relaciones interespecie.

< genealogía >
Pienso que lo que escribo le debe mucho, por un lado, al español que se habla en el sur de Veracruz, porque mi familia paterna proviene de allá y tiene un gran repertorio de historias truculentas, con aparecidos y humor y mentadas de madre. Por otro lado le debo muchísimo a la tradición de mi ciudad, Xalapa, que es muy rica para ser un lugar tan pequeño: ahí murieron Emilio Carballido y Sergio Pitol; ahí nacieron el cuento mexicano moderno (gracias a Roa Bárcena), el estridentismo, Sergio Galindo y sus proyectos editoriales donde —a través de la Universidad Veracruzana— publicó a grandes voces latinoamericanas del siglo XX (Garro y García Márquez, por ejemplo) antes de que se volvieran famosísimas.

En el plano libresco, si tuviera que inventarme una genealogía propia con nombres mexicanos, empezaría con el gótico veracruzano: el mismo Sergio Galindo —nomás por sus novelas— o Pitol —por sus primeros cuentos tropicales—, pero también autoras en plena producción como Norma Lazo, Magali Velasco o Fernanda Melchor. Luego iría hacia atrás, hacia escritoras del Medio Siglo que incluso he estudiado desde la academia: Dueñas, Dávila, Garro, Arredondo, Adela Fernández, Beatriz Espejo... Leer sus obras siniestras fue una experiencia fundacional: me parecía que me daban permiso, que me decían "sí se vale hacer esto". También he vivido algo así al enfrentarme con la ternura extrañamente despiadada de Lucia Berlin, el deep south de Carson McCullers y Flannery O’Connor, lo alucinado erótico de Marosa DiGiorgio, o con el humor cínico de Enrique Serna, Rosa Beltrán y Ana García Bergua, para mencionar nombres vivísimos de México—, con los alcances crueles y mordaces de Liliana Blum o con la complejidad formal que ha logrado Eduardo Antonio Parra en varios relatos de largo aliento.

< relatos >
Cuando pienso en mis cuentos favoritos recuerdo el prodigioso Kashtanka de Chéjov, una historia entrañable con una técnica genial: un narrador que se acerca demasiado a la mente de una perrita, pero sin humanizarla y —por fortuna— sin inventarle una voz. Amo Carta a una aprendiz de cuentos, de Guadalupe Dueñas, y Point of View, de Lucia Berlin, porque son joyas de la mise en abyme: el cuento dentro del cuento. Neighbors y What Is It?, de Raymond Carver, me encantan por su prosa desnuda —medio atropellada—, el voyerismo que destilan y sobre todo por sus finales abruptos —casi anticlimáticos— que nunca muestran lo tremendo: sólo sugieren los hechos terribles. Leche, de Marina Perezagua, también me parece un gran cuento porque su anécdota es una de las más perturbadoras —si no la más— que he leído.

< diferenciales >
Mientras escribo sí estoy al tanto de mis obsesiones, mis recurrencias, pero procuro cambiar de lugar constantemente. Si al principio exploraba la violencia cruda y lo fantástico —pongamos por caso—, ahora busco fijarme en lo patético que raya con lo grotesco, por ejemplo. Allí también hay violencia y también ocurre lo inusual, pero quizá con más sutileza. Ahora estoy escribiendo mi primera novela con el apoyo de otra beca y sigo probando formas de narrar, esta vez con una estructura porosa. No sé si vaya a lograrlo, la verdad, pero en ésas ando.

< aprendizaje >
La licenciatura y la maestría que estudié me han ordenado las lecturas de distintas tradiciones, eso está muy bien y lo agradezco. Pero editar a otras autoras, a otros autores, ha sido mi mayor y mejor escuela: en proyectos autogestivos, en sellos trasnacionales y en revistas y libros de la UNAM. Pienso que la médula, la verdadera carpintería literaria, bulle justamente ahí, en un proceso editorial bien llevado. Los talleres también tienen mucho de edición, por supuesto. Lo he vivido al tomarlos, al impartirlos, y también ahora que trabajo en la coordinación del diplomado en escritura creativa que se imparte en Literatura UNAM. Me he dado cuenta de que quien mejor tallerea es porque tiene a un gran editor dentro.

< contexto >
No me etiqueto a mí mismo porque lo que he escrito hasta ahora visita varios subgéneros narrativos (aunque no me lo haya propuesto): cuento cruel, weird, terror, algo de noir... Cuando publiqué Los niños volvieron de noche, por ejemplo, vacilé sobre incluir un texto híbrido que tiene mucho de cuento, pero también de ensayo y de crónica. Al final sí me atreví y me siento cómodo con la decisión. Ese texto en específico ha generado posturas opuestas: ha sido el típico "ése podrían saltárselo" de algunas personas, pero también el favorito absoluto de lectores con perfiles muy disímiles: desde adolescentes de 16 hasta colegas que nacieron en los setenta u ochenta. En fin. La recepción y la crítica —cuando estás escribiendo o cuando ya publicaste un libro— son temas complejos, algo desconcertantes a veces, pero que me fascinan. Si escribir es el oficio que elegiste y entiendes pronto que no pasará nada si hoy mismo dejas de producir, que si te retiras de la literatura todo continuará igual —saldrán más Trumps o Mileis y la Tierra seguirá encaminándose a su fin—; si de veras lo entiendes y lo asumes, la escritura —todo lo que la rodea— se vuelve todavía más gozosa, relajada, y los diálogos con quienes te leen siempre tienen algo de milagroso, porque te dedicaron tiempo en esta época enloquecida.

< nitro/press >
El capitalismo y el ambiente literario —con los concursos para conseguir becas o premios— promueven la competencia, pero yo no veo la escritura en esos términos. Tampoco me interesa institucionalizarme de más a la hora de escribir. Por ejemplo: ninguno de mis libros ha llegado a las 80 páginas en Word, que es el mínimo estándar en los concursos para libros de cuentos. Si pienso que ya conté lo que quería y no alcancé las 80 páginas, no voy a sacarme más textos de la manga sólo para cumplir con las bases de convocatorias que no se actualizan desde hace mucho tiempo. Por eso he optado por el camino del dictamen editorial (salvo con mi primer libro, publicado por invitación de José Homero cuando él era editor en el gobierno de Xalapa). Iniciar una carrera de cuentista es difícil justamente porque eres novel y no un "autor-marca", como dicen en las agencias literarias. Por eso Nitro/Press ha significado un espaldarazo increíble para mí: porque se arriesga, siempre ha apostado por el cuento y ahora apuesta por mi escritura. Además, Mauricio Bares y Lilia Barajas —los directores del sello— han encontrado a grandes cómplices para coeditar mis libros: Antonio Ramos Revillas, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y Antonio Bonilla e Iris García, del Instituto Veracruzano de la Cultura. Llegué a Nitro/Press por suerte, sólo porque la escritora juarense Elpidia García me invitó a una antología de cuentos que —sin haberlo previsto— terminó por publicarse allí. Así conocí a Mauricio y Lilia: por azar. Antes ni siquiera los había visto, aunque claro que sabía que ellos curaban ese catálogo que admiro muchísimo y que, producido por dos personas nada más, se distribuye muy bien en librerías y ferias del país. Cuando leí en su sello textos que amé —la edición conmemorativa de la reina Amparo Dávila, la novela que le editaron a Gabriela Cabezón Cámara o varios cuentos de las antologías Lados B—, no me imaginaba que yo terminaría publicando allí. Otro milagro.


entrevista + edición: chris núñez
foto de portada e interiores: cortesía del autor

Los pequeños macabros · Yesenia Cabrera




Horror, ficción especulativa y fantástico: tríada oscura difícil de ignorar. Son el primo friki de la familia que, en buena parte gracias a los consorcios editoriales, logró el éxito masivo. Han tomado la revancha de los subgéneros, gozan de muy buena salud y entre sus filas tienen a Mariana Enriquez, Joe Hill, Thomas Ligotti, John Ajvide Lindqvist, autores que llenarían un estadio de lectores hardcore. En la carta marina del gótico y new weird latinoamericanos, Los pequeños macabros navega en medio de la semioscuridad. Su voz trémula narra episodios donde la crueldad explícita, con escenas gore y fluidos viscosos, impregna los muros de nuestra habitación. Relatos como Carne de colores, Dentrificarum o La oficina tardan en digerirse, hay un elemento de confrontación muy disfrutable. Sin la intención de ser catalogada en un mapa de autores y tendencias, Yesenia Cabrera menciona que solo se dedicó a transcribir sus pesadillas. Así las cosas, despertar apenas tiene sentido, pero no hacerlo resulta catastrófico. La única opción es leerla.

NEW WEIRD
Me siento feliz por la publicación del libro. Enormemente agradecida por el premio y los lectores que ha tenido. Me gustaría decir que se ubica en los estándares de la literatura de terror mexicana. Es un libro de relatos de terror, hechos por una autora mexicana. Se habla por ejemplo de un gótico y un new weird latinoamericanos. Alguna vez me hicieron el apunte de que en este caso se trata de new weird. Me gustaría pensar que es así, pero a veces uno escribe sin la intención de ser catalogado, sino de contar una historia que necesita ser contada.

SUEÑOS
Como gran parte de las historias vienen de lo onírico, no hay una intención de demanda a propósito. Disfruté el proceso de transcribirlos, lo que no disfruté fue soñarlos, pero creo que es el precio de las historias o el trueque de la creación. Lo que buscaba era compartir la experiencia de experimentar un mal sueño y que los lectores se encontraran con el hecho del "despertar" tras su lectura.

Creo que en el inconsciente habitan los miedos y las preocupaciones que también se comparten en Los pequeños macabros. Entre mis referencias, se encuentran bandas como Me and That Man, Lacrimosa, obras como las de John Kenn y Edward Gorey. En cuanto a la literatura, Angela Carter, Shirley Jackson, Arthur Machen, Ambrose Bierce y HP Lovecraft son algunos de mis autores más leídos.


PROCESO
La idea de componer 6 secciones surgió de mi editor, Antonio Marts y compañía. Percibieron el patrón de mis historias, como una suerte de capítulos. Formamos las secciones como una suerte de guía para el lector. Presentación da la bienvenida con cierto humor ácido sobre lo inesperado del destino de cada personaje. Las historias Del circo surgieron gracias a un personaje de una obra de teatro en la que actué en la universidad, Arlequino, servidor de dos patrones, de Carlo Goldoni. Mi personaje era Trufaldino. Pocas personas saben que le temía a los payasos y personajes propios del circo y marionetas. Así que tuve el reto de enfrentar ese miedo. La sección de Zoología la escribí como parte de una etapa en la que necesitaba reencontrarme con el instinto de supervivencia y experimentar nuevas áreas medicinales ancestrales. Clásicos-variaciones rinde homenaje a ciertos autores que admiro, con ideas que me hubiese gustado leer de ellos. Puesta en escena es una suerte de experimento; aquí es recurrente la presencia de niños. Tres cuentos incluidos en Mundos paralelos surgen de la realidad torcida; los demás son sueños que traduje en historias. Epílogo, sección que cierra el libro con Viaje astral al espinazo, cierra una etapa dolorosa de mi vida. Aunque la idea era homenajear a Adela Fernández, son las historias quienes toman su propio rumbo.

RELATOS
Puedo recomendarle al lector algunos de mis favoritos, como Vinum Sabatti, de Arthur Machen; Compañeras de labor, de Alan Moore; La bruja de Shirley Jackson; Cuentos de hadas, de Angela Carter; El señor de las muñecas, de Joyce Carol Oates; El Rey de Amarillo, de Robert W. Chambers; El traje del muerto, de Joe Hill; La semilla del diablo, de Ira Levin; Fábulas feroces, de Ambrose Bierce; Duermevelas, de Adela Fernández; Narraciones para leerse con la luz apagada, de Valentín Chantaca. Entre muchos otros.

PUBLICAR
La dinámica a distancia con Paraíso Perdido se realizó a través de Zoom, emails, mensajes y avisos telepáticos, justo al principio de la pandemia. La convivencia ha sido asombrosa, el trato profesional y a la vez cálido de mis editores ha sido increíble. Les estoy agradecida, porque también nacieron lazos de amistad invaluables. El principal desafío es conocer editoriales que estén dispuestas a escuchar y apoyar el proyecto de un libro. En cuanto al formato digital, su principal ventaja es la facilidad de adquisición, me queda claro. De leer la novedad antes de adquirir el ejemplar físico.

PROYECTOS
Actualmente trabajo en la edición de Malleus maleficarum, un libro que trabajé en la beca del FONCA hace un par de años, con relatos de terror sobre brujería con base a testimonios aterrizados en un contexto actual. Largas son las lenguas de los eones, sueños colectivos esmi actual proyecto del FONCA, un libro sobre sueños de distintas partes de México. Por último, Sepultadas es una novela sobre adolescentes desaparecidas con poderes sobrenaturales.

DUDUMDUSH ideas colectivas



Lee la reseña de Los pequeños bastardos en CONEJOBELGA.

Edición de textos: Christian Núñez · Fotos: Cortesía de la autora

Novecientos noventa y nueve · Cástulo Aceves



Platicamos con Cástulo Aceves sobre su novela
Novecientos noventa y nueve, el influjo de Roberto Bolaño
y los retos de un escritor en el México post pandemia.


IMPACTO DE BOLAÑO
Roberto Bolaño como escritor, como artista, era iconoclasta y un tanto extremista, sobre todo en esa juventud bohemia que vivió en la Ciudad de México llevando la poesía como postura vital. En ese sentido, pareciera que entre sus lectores logró el mismo efecto, radicalizando las posturas para que sólo hubiera fanáticos o detractores. Yo me tendría que contar entre los fanáticos de esta especie de culto que logró sobre su literatura, pero dicho esto, siempre he creído que soy uno sensato. Para mí es un magnífico escritor y un furibundo lector, pero cuyo boom perdió proporción. Hace unos años, en un evento para conmemorar sus, en ese entonces, seis años de fallecimiento, me atreví a decir que me parecía mejor cuentista que novelista. Se provocó todo un debate. Mi novela precisamente intenta ser al mismo tiempo un tributo y una broma sobre hasta dónde pueden llegar los fanáticos de Bolaño, o de cualquier escritor, artista o figura pública, cuando se van a los extremos.

NOVELA NEGRA
Siempre leí un poco de literatura policiaca, especialmente me gustaban los libros, series y películas de asesinos seriales, además de que hubo una época en que me clavé con el cyberpunk. Sin embargo, después de asistir varios años seguidos a distintos encuentros y festivales de novela negra en Guadalajara (organizados por Vanessa García Leyva), me convencí de que un día quería escribir por lo menos una novela policiaca. En esos momentos no planeaba que fuera mi primera novela, pero ya estaba el germen que después me llevó a escribirla. La idea siempre estuvo en mi cabeza precisamente después de aquel evento donde se dio el debate, ¿habría fans de un escritor dispuestos a asesinar? ¿Y si éstos se volvían una especie de secta? El hecho de que la historia la lleve un detective que investiga los asesinatos me pareció la forma más natural de encontrar un orden en ese caos de violencia y poesía que prefiguraba en mi imaginación.

CONSTRUCCIÓN DE PERSONAJES
En una primera versión de la novela usé el mismo juego que usa Bolaño en Los detectives salvajes, dándoles nombres distintos a varios personajes basados en personas reales, pero que fueran anagramas o sonoramente similares. Sin embargo, en un momento de su reescritura los editores me aconsejaron dejar los nombres reales pues era muy confuso. Esto le dio un dejo de meta ficción y logró un gran efecto que ha causado tanto risa como angustia. Cabe decir que la mayoría de los personajes escritores no están basados en alguien en particular, sino que formé personalidades sumando distintas características de muchos escritores que conozco o que incluso son una especie de cliché: El académico retirado, el escritor famoso y envidiado, el poeta rebelde y la tallerista ya en retiro, en realidad responden a unir piezas de muchos de los escritores que he conocido. Aún no me reclama ninguno. Aún.

PROCESO DE ESCRITURA
Mi mayor reto fue que tenía varias búsquedas que parecían disimiles e incluso contradictorias. Yo quería una novela un tanto paródica, llena de humor negro, pero muy verosímil y precisa en cuanto al contexto policiaco (en cuanto a la forma en que hacen su labor los investigadores reales). Eso me llevó a leer sobre criminología, procesos policiacos y entrevistarme con personas que trabajan en Fiscalía para entender su trabajo. Me presioné mucho sobre eso. Pero también quería una novela que, si bien estaba llena de referencias a la obra de Bolaño, fuera entendible y disfrutable para quien nunca lo hubiera leído. Finalmente, quería una novela integral, capaz de capturar al lector, un thriller con acción y vertiginoso, sin dejar de lado el aspecto literario. El resultado fue reescribirla varias veces desde cero hasta la versión final.

ESTILO
El abordaje de una novela definitivamente es diferente al de un libro de cuentos. No sólo la extensión, sino mantener el ritmo, tono y atmósfera es un reto, no diré más difícil (no creo que la novela sea más complicada que el cuento ni viceversa), pero sí diferente. Tuve que trabajar mucho en documentarme, en aspectos técnicos como los diálogos y, sobre todo, en profundizar en los personajes. Después de 999, creo que he afinado mis métodos, pero también tengo interés en seguir explorando la parte oscura de los personajes en mis historias.

REFERENTES NARRATIVOS
Ursula K. Le Guin, Quim Monzo, Paul Auster, William Gibsom, Chuck Palahniuk y, de un tiempo para acá, Patricia Highsmith.

PANORAMA LITERARIO
Creo que la pandemia afectó la industria editorial, sobre todo a la cadena productiva que terminaba en las librerías. Si bien la gente, en general, pasó más tiempo en casa, no estoy seguro de que ello hubiera implicado más tiempo de lectura, por lo menos de lectura de "literatura". Definitivamente el formato digital ganó terreno, pero no creo que ello implique el "fin del libro de papel" que tanto se temía hace unos años. El libro como objeto sigue vigente, y creo que seguirá en el futuro (y lo dice un programador fanático de las nuevas tecnologías). Lo que me queda claro es que las formas de distribución de los bienes han venido cambiando, pero definitivamente los algoritmos no han sustituido las recomendaciones de los libreros, ni las redes sociales a las charlas donde una persona cercana te recomienda una lectura con sinceridad. No podría decir que esto será para siempre, los programadores aprenden, incluso empiezan a enseñarles a aprender a los algoritmos.

SER ESCRITOR EN MÉXICO
En México es relativamente fácil escribir, pero tremendamente difícil vivir de escribir (por lo menos si uno desea escribir literatura). Yo he tenido la fortuna de estar ya del lado del autor, pero también del editor. La industria editorial enfrenta muchísimos retos, uno de ellos es tratar de darle un lugar digno al autor en la cadena de valores que implica la publicación de un libro. Hay muchas cosas que mejorar en las editoriales, en las distribuidoras y en las librerías, para que ganen todos. Por otro lado, el desafío para los autores es profesionalizarnos en el oficio: tener orden en el aspecto administrativo, abrir y mantener redes sociales, apoyar a las editoriales y participar en las actividades que permitan vender los libros o dar a conocer nuestras obras.

PARAÍSO PERDIDO
Desde la publicación de mi segundo libro con ellos pude atestiguar su crecimiento. Y hace unos años que me integré como editor se volvió para mí una casa. Si bien siempre hay mucho trabajo, creo en el equipo, en la visión de la editorial y en que hemos logrado encontrar libros memorables, voces de autores que comienzan a ser leídas por nuevas generaciones de lectores y que poco a poco van encontrando su lugar.

PROYECTOS
Tengo un caos de proyectos, pero sí puedo compartir que estoy trabajando en una novela sobre hackers (y posiblemente un libro de cuentos). También está en el aire seguir con el personaje de Novecientos noventa y nueve, el investigador Nepomuceno Castilla, en una secuela de la cual tengo apenas apuntes.


Lee la reseña de Novecientos noventa y nueve en ConejoBelga.
Cástulo Aceves (Guadalajara, Jalisco,1980). Ha publicado los libros de cuento Acteón (Paraíso Perdido, 2013), Las instancias del vértigo (CECA Jalisco, 2013), Los nombres del juego (Paraíso Perdido, 2006), y Puro artificio (Humo, 2004, primer lugar en el Concurso Estatal de Cuento Adalberto Navarro Sánchez (2004). Sus relatos han sido incluidos en una docena de antologías. Cuentos suyos fueron traducidos al inglés e italiano.

Fotografía del autor: Cortesía Alejandro Meter.